domingo, 26 de diciembre de 2010

El calendario. Unos datos.

Como estos días se acerca el final del año y es bueno saber por qué sucede esto. Nos hemos animado a darles los siguientes días información acerca del calendario. Si historia, cómo se decide que día es cual, y qué significan los nombres de los meses.

El calendario (del latín calenda) es una cuenta sistematizada del transcurso del tiempo, utilizado para la organización cronológica de las actividades humanas.

Es una palabra compuesta, "calar" el "día", "marcar el día", en referencia a la actividad de marcar en un hueso el paso de los días, con una vara en el suelo en una posición sucesiva, normalmente en forma de anillo -de donde proviene la palabra año-, y posteriormente en una tablilla; y marcar el dios correspondiente a esa fecha, en una representación física del movimiento de los astros, normalmente del Sol (calendarios solares), de la Luna (calendarios lunares) o de ambos (calendarios lunisolares).

Antiguamente, muchos estaban basados en los ciclos lunares, perdurando su uso en el calendario islámico, o en la fecha de varias fiestas religiosas cristianas. En la actualidad, la mayor parte de los calendarios tienen por referencia el ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y se denominan calendarios solares. El calendario sideral se fundamenta en el movimiento terrestre respecto de otros astros diferentes al Sol.

El calendario egipcio surge a principios del tercer milenio antes de Cristo y es el primer calendario solar conocido de la Historia.

Recuerda que un año solar es cuando la Tierra da la vuelta completa alrededor del Sol. Que por eso tenemos las estaciones.


Puedes verlo de manera más clara en este enlace.
http://www.cucaluna.com/movimiento-de-rotacion-de-la-tierra-sistema-solar-para-infantil/

jueves, 23 de diciembre de 2010

Un eclipse de Luna en el solsticio invernal



Hola a todos. Esperamos estén disfrutando con su familia y amigos estas fiestas.

Nosotros tuvimos un regalo de la naturaleza. Ver la Luna así.


¿Por qué sucedió? Miren esta nota del periódico que lo explica.

http://www.oem.com.mx/elheraldodechihuahua/notas/n1898799.htm

Hace más de 3 siglos que ocurrió durante el solsticio invernal
El Heraldo de Chihuahua
22 de diciembre de 2010


Alejandro Chávez

Chihuahua, Chihuahua.- En la madrugada de ayer los chihuahuenses quedaron maravillados al ver una Luna roja en medio a un cielo sin nubes y decorado con esta impresionante esfera de Navidad, esto ante el eclipse lunar total presentado.

La última ocasión que ocurrió un eclipse de solsticio invernal fue hace más de tres siglos, el 21 de diciembre de 1638, y volverá a ocurrir el 21 de diciembre de 2094, explicó ayer el vocero del Observatorio Naval Estadounidense, Geoff Chester.

El espectáculo celeste de tres horas y media de duración se pudo ver en Norte y Centroamérica, en las regiones donde el cielo era claro. En algunas partes de Europa y Asia pudieron apreciar parte del fenómeno.

La fase total, cuando la Luna quedó completamente cubierta por la sombra de la Tierra, duró 72 minutos.

El próximo eclipse lunar total llegará en junio de 2011, pero no se podrá observar en Norteamérica.

En Chihuahua el fenómeno ocurrió en punto de las 22:29 horas de la noche del lunes, donde como por arte de magia, tal y como lo previeron los astrónomos, la Luna se volvió roja delante de los espectadores del hemisferio norte, maravillados al ver un cielo sin nubes y decorado con esta impresionante esfera de Navidad.

La Luna se veía roja desde el planeta azul cuando el satélite se colocó por completo en el cono de sombra de la Tierra, fuera del alcance de los rayos solares.

El tono rojizo que cubrió la Luna se debe a que la atmósfera terrestre desvía los rayos solares que rozan la Tierra, siendo los rayos de color rojo los que alcanzan a llegar hasta el satélite.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad.

Hans Christian Andersen
La vendedora de fósforos


¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.

Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.

La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un peso. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy triste aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.

Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!

Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.

Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.

-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".

Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.

-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!

Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.

Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.

-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.

Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.