martes, 25 de enero de 2011

Un poema de Rosario Castellanos Y otro de Carlos Montemayor.

Como pueden ver. Hasta las cosas más cotidianas, como la casa donde uno vive puede servir para hacer una poesía.

Recuerden que cuando no entiendan una palabra pueden preguntar a un adulto o buscarla en el diccionario o la enciclopedia.

Economía doméstica (En la tierra de en medio, 1972)

He aquí la regla de oro, el secreto del orden:

Tener un sitio para cada cosa
Y tener
Cada cosa en su sitio. Así arreglé mi casa.
Impecable anaquel el de los libros:
Un apartado para las novelas,
Otro para el ensayo
Y la poesía en todo lo demás.


Si abres una alacena huele a espliego
Y no confundirás los manteles de lino
Con los que se usan cotidianamente.

Y hay también la vajilla de la gran ocasión
Y la otra que se usa, se rompe, se repone
Y nunca está completa.
La ropa en su cajón correspondiente



Y los muebles guardando las distancias
Y la composición que los hace armoniosos.
Naturalmente que la superficie
(de lo que sea) está pulida y limpia.



Y es también natural
Que el polvo no se esconda en los rincones.
Pero hay algunas cosas
Que provisionalmente coloqué aquí y allá
O que eché en el lugar de los trebejos.
Algunas cosas. Por ejemplo, un llanto
Que no se lloró nunca;
Una nostalgia de que me distraje,
Un dolor, un dolor del que se borró el nombre,


Un juramento no cumplido, un ansia
Que se desvaneció como el perfume
De un frasco mal cerrado
Y retazos de tiempo perdido en cualquier parte.
Esto me desazona. Siempre digo: mañana…
Y luego olvido. Y muestro a las visitas,
Orgullosa, una sala en la que resplandece
La regla de oro que me dio mi madre.

Este que les mostramos era de Rosario Castellanos. Ahora vamos a ver como escribió algo parecido Carlos Montemayor.

Memoria

Estoy aquí, en la casa, a solas.
Aquí están los muebles, el aire, los ruidos.
Tengo un sentimiento tan transparente
como el vidrio de una ventana.
Es como la ventana en que miraba la nieve al amanecer,
hace muchos años, cuando era niño.,
y pegaba la cara contra el cristal y comprendía toda la vida.
Es un deseo en calma, como la tarde.
Es estar como están todas las cosas.
Tener mi sitio como todo lo que está en la casa.
Perdurar el tiempo que sea, como las cosas.
No ser más ni mejor que ellas.
Sólo ser, en medio de mi vida,
parte del silencio de todas las cosas.

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